¿Cuán parecidos son amos y perros?

Que los perros se parecen a sus amos es una suposición frecuente. Y los estudios muestran que, efectivamente, muchas personas eligen un perro que se les parece exteriormente. Así, Christina Payne y Klaus Jaffe fotografiaron 48 perros de raza y a sus dueños. Luego, las fotografías se mezclaron y se presentaron a sujetos de prueba, que debían clasificarlas según las parejas de perro y dueño correctas. Efectivamente, los sujetos de prueba fueron capaces de encontrar el par de humano y perro correcto con frecuencia. Los resultados de este estudio venezolano se han podido constatar también en otras investigaciones en los EE. UU. y en Japón. Sin embargo, este parecido exterior solo pudo hallarse con fotos de perros de raza. Cuando se les enseñaba fotos de perros mestizos y sus dueños a los sujetos de prueba, la asociación correcta dejaba de funcionar.

Similitud, no solo en el aspecto

 

Se dan mecanismos parecidos en la búsqueda de interlocutores sociales humanos. Sin embargo, en ese caso no nos orientamos solo hacia el atractivo físico, sino también hacia las características psicológicas. En este caso, la similitud en la personalidad juega también un papel importante: garantiza una mayor satisfacción en la relación (Karney & Bradbury, 1995). Puesto que los perros suelen considerarse compañeros, amigos o miembros de la familia cercanos, los mismos factores culturales y psicológicos podrían influenciar la elección de la mascota. Probablemente las personas elijan un perro o una raza de perro concreto porque ciertos aspectos de su comportamiento les parezcan atractivos y/o descubran similitudes con ellos mismos. Naturalmente, cada persona tiene sus propias preferencias.

 

Hay muchas razones posibles para la influencia de la personalidad del dueño sobre la personalidad del perro. Por un lado, podría ser debido a la estrecha relación social con una distorsión perceptiva del dueño. Esto significa que el dueño atribuye características de comportamiento al animal que se parecen a las suyas sin que el perro realmente muestre dichas características. Sin embargo, esta suposición es poco probable, puesto que las valoraciones de las evaluaciones propias y externas en los cuestionarios de personalidad son parecidas (Turcsán et al. 2012).

 

Otra razón podría ser que las actividades en común con el dueño influyan en la personalidad del perro, sobre todo cuando el perro ya vive con él siendo un cachorro. Así, es probable que el perro de un dueño más bien extrovertido lo acompañe a menudo a eventos sociales y con ello también socialice con otras personas y perros desconocidos. Y al revés, también podría darse una relación inversa, por supuesto: la personalidad del perro influye en el dueño. Así, por ejemplo, es imaginable que un perro activo y cargado de energía incite a su acompañante humano a una actividad mayor.

 

Además, también sería posible que las características del perro y el dueño se asemejen con el tiempo. Por consiguiente, los perros que hay convivido más tiempo con sus dueños muestran una similitud mayor que los que llevan poco tiempo. Sin embargo, las características del estudio muestran que no es así, puesto que la duración de la convivencia no es decisiva para las similitudes en las estructuras de personalidad entre el perro y el dueño. Entonces, no es cierto que el perro y el dueño se asemejan más con el tiempo. No obstante, los perros que viven solo con su dueño muestran una similitud mayor en su estructura de personalidad con él que los perros que viven con otros congéneres en una familia (Turcsán et al., 2012).

 

Una cuarta posibilidad sería que el dueño desde el principio busque un acompañante canino que se ajuste a su personalidad y a su estilo de vida, igual que hacemos las personas con nuestras parejas y amigos.

Esta selección puede tener lugar tanto a nivel individual como a nivel de raza. Personas diferentes encontrarán atractivas características de personalidad diferentes, por supuesto. Por ejemplo, los dueños que ven al perro como un compañero social cercano buscan más bien una mascota que sea muy cariñosa. Y al contrario, una persona muy autónoma preferirá un compañero más bien independiente. También una persona deportista buscará un perro que encaje en su rutina activa, mientras que una persona tranquila probablemente escoja un perro calmado. Por lo tanto, la elección de una raza o bien de un perro en concreto puede reflejar consciente o inconscientemente la personalidad del dueño.

Efectivamente, las diferentes investigaciones hallan coincidencias en las estructuras de personalidad entre humano y perro. Por ejemplo, los dueños emocionalmente inestables evalúan a sus perros como nerviosos e inseguros, mientras que las personas extrovertidas describen sus mascotas más bien como energéticas, entusiastas y socialmente abiertas (Turcsán et al., 2012). Las personas sociables consideran a su perro como menos agresivo, y las personas cumplidoras perciben a su mascota como fácil de entrenar (Chopik et al. 2019). Los propietarios de perros con trastornos de pánico (p. ej. agresión por miedo o miedo a la separación) se describen a menudo como poco seguros de sí mismos (Dodman 2003), y las personas con un animal agresivo tienden a sentirse tensas según sus propias declaraciones (Podberscek & Serpell 1997). Además, las personas con valores bajos en la categoría de personalidad «tolerancia» tienden más bien a elegir razas que se perciben como agresivas (Egan & MacKenzie 2012). Otro estudio encuentra una relación similar: los propietarios de razas de perros que lesionan con más frecuencia (en este sondeo eran los akita, dóberman, rottweiler, chow chow, pitbull y perros lobo) a menudo muestran un comportamiento antisocial y se arriesgan más que las personas en grupos de comparación (Ragatz et al. 2009).

 

¡Cuidado al interpretar los datos!

 

Sin embargo, siempre se debe ser prudente al interpretar los datos de este tipo de resultados de estudio. De las correlaciones encontradas no se deben derivar también relaciones causales necesariamente. Esto significa que de estas relaciones no es obvio lo que realmente es la causa y lo que es la consecuencia. Así, por ejemplo, seguramente no sea que los perros se vuelven más agresivos porque sus dueños están tensos, sino que los dueños cada vez se tensan más porque su perro muestra regularmente un comportamiento agresivo. También se debe subrayar que las evaluaciones de estos comportamientos se refieren únicamente a las declaraciones de los dueños. Esto puede influenciar los resultados hasta un cierto punto. No obstante, parece que los propietarios generalmente evalúan bastante bien la personalidad de sus perros, ya que sus valoraciones también coinciden en la mayoría de los casos con las valoraciones de otras personas. Así que no es cierto que los propietarios únicamente proyecten estos comportamientos en el perro.

 

De un modo u otro, se confirma que hay algo de verdad en el refrán «de tal amo, tal criado», y esto tanto en relación con el aspecto como en lo que respecta a la estructura de personalidad.

 

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